En este blog de andar por casa, podríamos hablar de lo bueno y lo malo, de lo mejor o lo peor, de lo que se dice y lo que no se termina de contar. Cuando escuchamos noticias a medias es fácil llegar a conclusiones que sean sentenciadoras a esas personas.
Somos rápidos a la hora de juzgar, de tomar una decisión y encasillar a una persona por un pensamiento más inoportuno o fuera de lugar. No obstante, porqué no hacemos lo siguiente: leemos, valoramos dichas palabras, ubicamos dichas palabras, el perfil de la persona que lo dijo y luego concluimos diciendo “faltaron algunas palabras “ o simplemente “fue un mal momento con un mal día”.
Las decisiones que algunas personas toman en algún momento de su vida, son simplemente eso, decisiones que libremente (espontáneamente o estudiadas) se toman y que pueden marcar el destino de las mismas, con lo que ello puede llevar: daños colaterales. Aunque dichas decisiones se hayan tomando en un mal momento. Son decisiones tomadas, segundos de nuestra vida que no volverán a pasar, y que no podrán ser reemplazados. La decisión ha sido tomada.
Dichos daños colaterales, que pueden existir, son asumidos por el confeso de dichas palabras, pero dicha toma de decisión, supuestamente hacen que las personas sean libres y felices, que al fin y al cabo es lo que debe preocupar a cualquier ser humano, a cualquier ser vivo.
Y junto a ello la conciencia.
La conciencia de cada persona en la toma de sus decisiones, podríamos afirmar que es lo que marca la diferencia entre las personas. Es lo que importa. Es indiferente que sean demócratas o republicanos, de izquierdas o de derechas, buenos o malos, mejores o peores, lo que importa realmente es la conciencia con la que dicha persona ha tomado una decisión que marcará su vida y la de las personas que la rodean.
Y la conciencia que tiene para sobrevivir con determinadas decisiones, y de convivir con las mimas.
De convivir por una transitada Calle Real, o por una corta Calle Trasera, con las miradas “de esos daños colaterales” apuntándoles como si hubieran sido apaleados y maltrechos por dicha toma de decisión. Y ante dichas miradas, una bajada de barbilla, o de mirada lateral porque realmente no podemos “dar la cara”.
Realmente con eso es con lo que hay que vivir y realmente es lo que debemos pensar continuamente, hasta dónde estamos dispuestos a decir y hacer, hasta dónde estamos dispuestos para responder en un futuro a nuestros descendientes, a nuestros ciudadanos, a nuestra familia, a nuestra familia. O sin embargo lo que se quiere vivir es a engañar, esto es, jugar a que no lo sabe el vecino, o que el amigo no se entera sobre dicha circunstancias. Es decir, hasta dónde queremos engañarnos?
Por consiguiente, no se trata ni de derecha, ni de izquierda, ni buenos, ni malos, mejores o peores, en fin ni demócratas ni republicanos sino de personas.